Taracea como artículo de lujo

La taracea, que hunde sus orígenes en el califato omeya, fue uno de los ornamentos de mayor difusión en la península durante el siglo XV y primera mitad del XVI, muy apreciado por su carácter exuberante y multicolor, convirtiendo cualquier objeto cotidiano en una pieza de lujo, arraigando con fuerza en círculos cortesanos tanto cristianos como islámicos, especialmente popular en el reino de Granada. Techumbres de edificios, mimbares, puertas, celosías y otros elementos de madera así lo atestiguan.

En la fotografía un artesano contemporáneo realizando
trabajos de taracea en su taller 

Se utilizaba la madera para fabricar muebles de distintos tipos que formaban parte del ajuar doméstico, y en el caso de los palacios, por lo general, presentaban una ornamentación de taracea de sorprendeten belleza y policromía, de gran riqueza material y técnica, a juzgar por las que han sobrevivido hasta nuestros días.

La producción de taracea en la Granada nazarí 
alcanzó su máximo desarrollo en los siglos
XIV y XV, continuando hasta el siglo XVI,
bajo dominio cristiano

Arqueta del siglo XV de taracea nazarí (en hierro,
madera, marfil y plata) en el Museo
Arqueológico y Etnológico de Granada


Tras la toma de Granada en 1492, los trabajos artesanales de taracea continuaron a manos de los mudéjares en talleras de Granada, pero también de Sevilla, Aragón, Cataluña,etc. con diseños que apenas variaron en décadas, sin embargo la técnica degeneró, perdiendo calidad y precisión, haciéndose cada vez más tosca.

La taracea es una labor que se sigue realizando en Granada
Este fragmento de nácar tallado nazarí es un ejemplo
de la pericia de los artesanos granadinos con este material

El término taracea aparece documentado en lengua castellana desde la Edad Media y deriva del vocablo árabe tarsi que significa incrustación. Entre ebanistería y la eboraria, esta técnica se fundamenta en la incrustación sobre una base lígnea, con piezas de marfil o hueso (carey o nácar incluidos) combinado con fragmentos de maderas finas de diversos colores como el áloe, ébano, sándalo, boj, limonero, acacia negra de África, etc. formando diseños geométricos que han sido trazados -con tinta o inciso- anteriormente sobre la superficie a decorar, evocando diseños textiles. Además de decorar, estas maderas exóticas podían desprender un perfume delicado muy apreciado entre los hispanomusulmanes.

Comparación entre un diseño textil nazarí y un diseño
de taracea actual donde se puede ver las semejanzas

La taracea se aplicaba en un tipo de mobiliario formado por piezas de pequeño o mediano tamaño, transportables, cómo sillas jamuga o de cadera, escritorios, arquetas y botes que por su belleza y policromía enriquecían los interiores de las estancias de los palacios, no sólo nazaríes, pues fueron piezas exportadas a los reinos cristianos de Europa, donde eran apreciadas como artículos de verdadero lujo. Por ejemplo, el testamento de Isabel La Católica cita varias piezas de este tipo y también en el de su hija Juana I de Castilla.

Silla de doble tijera,
plegable con labor
de taracea expuesta
en el Museo Arqueológico
Nacional

Retrato de Thomas Cranmer expuesto en la
National Portrait Gallery de Londres, donde 
el sacerdote inglés del siglo XVI aparece
sentado en una silla jamuga nazarí

Durante siglos la técnica evolucionó; el procedimiento de elaboración y montaje se simplificó  en la Granada nazarí respecto al período de dominio bereber. El grosor de las piezas se redujo hasta convertirse en delgadas placas o reducidas láminas, que ya no se fijaban individualmente en el soporte sino que se encolaban sobre una base de cuero, papel o tela hasta constituir bloques compactos, adoptando una disposición de franjas o tiras, más cómodo de manejar para el artesano, fijándolo con cola o incluso clavitos de plata embutidos. Este método es conocido como "tarsia a toppo" o "en bloque".

Aunque en Europa, especialmente Italia, se 
imitó la labor de la taracea, los resultados no
superaron las piezas de origen granadino



Este taller de taracea es uno de los más antiguos que siguen
funcionando en Granada y se encuentra en la Calle Real
de La Alhambra. Según me contaba mi padre en el trabajaba
un tío abuelo suyo


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