Agricultura en el Reino nazarí de Granada

La base de la economía granadina era la agricultura fundamentalmente de regadío, con un amplio desarrollo de las acequias, para obtener hortalizas y frutales, aunque también existían amplias zonas de secano para la producción de trigo.

En el Reino nazarí de Granada se aplicaron desarrolladas técnicas de riego

El hecho más llamativo de esta agronomía aplicada es la introducción de una agricultura de regadío y, más especificamente, de huerta, intensiva, lo que supone una gran novedad y produce un enorme contraste con el período anterior. La construcción de acequias exigía una gran  inversión económica. Artilugios como partidores, cauchiles, aliviaderos, tornas, artificios  todos, servían para el control del cauce de las acequias cuyos canales requerían de un complejo diseño, estudiando la situación del terreno -no era posible regar por encima de la acequia por una cuestión de gravedad- y la amplitud del territorio  que se  pretendía regar.


Estos tapones permiten controlar el paso del agua en los cultivos
Desarrollaron técnicas de riego, poda, injerto, abonado, conservación de cosechas (uvas pasas)..., creando una agricultura muy productiva, base del comercio interior y exterior. En los jardines y huertos de andalusíes, variados cultivos, árboles, flores y plantas aromáticas llenaban los espacios de olores, colores y sabores. Las plantas aromáticas se caracterizaban por sus múltiples utilidades culinarias, farmacológicas y medicinales, además de servir de recreo para los sentidos.

La llegada del Islam a la Península marcó el inicio del mayor y más profundo desarrollo de la agricultura que, pese a las altas cotas alcanzadas en época romana, había llegado a un estado de regresión y estancamieno con los visigodos. Este desarrollo se sustenta en una solida base teórica o agronomía ('ilm al-filaha, ciencia aplicada a la agricultura) elaborada por los agrónomos andalusíes en sus tratados y plasmada en unas prácticas agrícolas contrastadas, experimentadas y adaptadas al suelo andalusí. En la agronomía andalusí se funde la tradición clásica con la árabe oriental y los conocimientos autóctonos, para proyectarse posteriormente, a partir del siglo XVI, al resto del territorio peninsular, tras haber alcanzado en siglos anteriores el norte de África y Oriente.

A las mejoras derivadas del regadío mencionada al principio, hay que sumar la introducción de nuevos cultivos y reintroducción de otros ya olvidados, junto a la intensificación del uso de la tierra mediante la reducción -y a veces supresión- del barbecho, con la consiguiente aparición de una cosecha de verano antes inexistente.

Los paisajes agrícolas se enriquecieron considerablemente con la introducción de nuevas especies procedentes de diversas zonas del mundo islámico y la mejora y diversificación de las ya existentes. Entre las primeras presentan un especial interés: los cítricos (naranjo amargo, limonero, lima, azamboa o variedad de pomelo); algunas especies destinadas a usos industriales (morera, caña de azúcar, algodón, alheña), horto-frutícolas (berenjena, alcachofas, melón, sandía, etc) y otras como el arroz, el pistacho o la palmera datilera.

En la segundas se amplían las variedades de cereales (trigo y mijo, especialmente) y frutales (manzanas, higos, peras, melocotones, membrillos, ciruelos). Especial atención se dedica a determinadas especies arbóreas (azufaifos) que hoy pueden considerarse poco habituales pero "tradicionales" en el paisaje y cultura granadinos.

La agricultura andalusí continuó en buena
medida con la tradición de la época romana,
circunscrita a los cultivos de la denominada 
tríada mediterránea, es decir los cereales,
la vid y el olivo

La gran aportación de los musulmanes a la
agricultura hispánica radicó en la
multiplicación de regadíos, al mismo tiempo
que introdujeron cultivos hasta entonces poco
o nada conocidos: la naranja, el higo, el limón,
el algodón, el azafrán, el arroz o la granada 

En la zona de la Alpujarra el cultivo más extendido era el moral que favorecía la industria de la seda, en la zona de Baza se cultivaba el azafrán, mientras que en las vegas del litoral se cultivaba intensamente la caña de azúcar que los hispanomulmanes consiguieron aclimatar dando lugar a una fuerte industria de extracción y refinamiento del azúcar (y que despuntaría a comienzos del siglo XX con la pérdida de las colonias españolas). Pero además de la caña, introdujeron y adaptaron otros muchos cultivos como el algodón, el arroz, los cítricos, la banana y el plátano, la sandía, la berenjena, la espinaca, etc. y extendieron muchos frutales como el cerezo, manzano, granado, membrillo, nogal, peral, almendro...

Huertas del litoral granadino, herederas de la agricultura nazarí

Esta industria agrícola se vio reflejada en la gastronomía, como en el uso de especias y plantas aromáticas que se utilizaban en abundancia en la cocina nazarí y de al-Andalus: el orégano, el perejil, el cilantro, el hinojo, el azafrán, el laurel, el tomillo, el ajo, etc. Todas ellas se cultivaban en Granada y servían para preparar multitud de platos.

Del desarrollo de la agricultura en el Reino nazarí de Granada surgieron diversas aplicaciones como en el campo de la medicina y de la higiene como Ibn Luyún, que en su Tratado de agricultura, recomienda el uso de las plantas aromáticas como el  agua de rosas para el olor de las axilas o frotarse con la parte interna de la cáscara de naranja.

También tuvo su aplicación en la cosmética dado que tanto hombres como mujeres hispanomusulmanas solían usar perfumes, hechos a base de limón, rosa, violeta, extrayendo las esencias mediante su absorción en una grasa o aceite. Como fijador del perfume se usaba el ámbar, una resina de origen animal.

En la alcaicería de Granada se podían encontrar numerosas tiendas de perfumes


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