Biografía de reyes: Mohammed VII (1392-1408)

Predecesor: Yusuf II
Sucesor: Yusuf III

Dobla de oro a nombre de Mohammed VII, sin ceca ni fecha
de acuñación conservado en el Museo de la Alhambra, Granada

Mohammed VII fue el duodécimo rey nazarí de Granada, sin derecho al trono ya que su hermano mayor, Yusuf, era quien estaba destinado a reinar. Ya en vida de su padre, el rey Yusuf II intentó apoderarse de la corona, pero con el asesinato de su padre (presumiblemente envenenado por un vestido honorífico que hubo de enviarle el rey de Fez), Mohammed se movió rápido para ocupar el trono y con él comenzará la decadencia de la dinastía nazarí; en apenas un siglo los musulmanes de la Península verán el fin de su dominio.

Su hermano mayor Yusuf era soñador, bohemio y poeta frente a Mohammed quien era alto, bien parecido, ingenioso y sociable por lo que consiguió el poder en 1392 sin encontrar oposición a sus ambiciones políticas. Era de esas personas sin escrúpulos que ven enemigos por todas partes, por lo que mandó a su hermano al castillo de Salobreña para tenerlo controlado y alejado del centro del poder, un gesto muy humano, cuando lo habitual era una condena a muerte para quitárselo de en medio. Mohammed fue compasivo con su hermano, facilitándole todo lo que pudiera desear, permitiendo que con él fueran sus mujeres e hijos, sirvientes y su apreciada corte de poetas, disfrutando de banquetes, juglares y músicos. De ese modo Yusuf fue dócil ante los deseos de reinar de su hermano y no le plantó ningún problema. 

A los pocos días de su mandato destituyó al visir Ibn Zamrak en el cargo por Mohammed ibn Asun, eminente jurista y notable literato, autor, entre otras obras, de un curioso libro de cuentos que proporciona interesantes noticias sobre la vida y costumbres de la Granada de aquella época. Ibn Asun se mantuvo poco tiempo en el ministerio, porque mediado 1393, lo ocupaba de nuevo Ibn Zamrak, en quien el monarca perdió al fin la confianza, decidiendo asesinarlo. Una noche, gente adicta al rey nazarí penetró violentamente en el domicilio del ministro que, rodeado por su familia, leía el libro sagrado de los musulmanes y cosieron a puñaladas a Ibn Zamrak y a sus dos hijos varones.

Mohammed no era querido por su pueblo y desconfiaba también de su aliado y enemigo, el rey de Castilla. Temía que el rey de Castilla apoyara a los partidarios de su hermano, al mismo tiempo que su pueblo no quería que mantuviera alianzas con los enemigos crisitianos. Por ello ideó una estratagema: convocó al ejército con la excusa de dirigirse a reconquistar Sevilla o Toledo, cuando su verdadera intención era mantener una entrevista con el rey Enrique III el doliente.

Tras dividir a su ejército, se dirigió acompañado por veinticinco fieles caballeros a Toledo, haciendo ver a todo el mundo que era un embajador del rey de Granada. Fue alojado en el Alcázar de los reyes cristianos y agasajado con festejos hasta ratificar los tratados de paz que proponía el monarca nazarí.

Tras regresar a Granada, traicionó esos acuerdos organizando expediciones de calado contra la frontera castellana con la intención de contentar a su pueblo y a sus hermanos de fé, los mereníes. Ambos contendientes se enfrentan además a disputas internas: Don Jorge Manrique en la parte castellana y los Venegas, los Zegríes y los Abencerrajes.

Catedral de Toledo, donde Enrique III de Castilla esta enterrado


Castilla se preparó también para la guerra contra los musulmanes granadinos cuando el rey Enrique III muere, el 25 de diciembre de 1406. Decían que fue envenenado por su médico, un judío llamado Don Mayr, en venganza por la terrible matanza de semitas en Sevilla. Este rumor provocará el conocido motín de Toledo, un linchamiento de judíos y conversos. 

A Enrique III le sucederá Juan II, pero durante su minoría de edad, la regencia estaría en manos del hermano del difunto rey, quien sería conocido como el infante Don Fernando de Antequera. Especial interés revisten las expediciones que, en 1407, los nazaríes realizan contra Jaén y Baeza. Escaramuzas y batallas recorrerán la frontera. Tres mil caballos y treinta mil peones atacaron la campiña de Lucena y posteriormente Baeza, defendida por Pero Díaz. De esta hazaña se conserva el siguiente romance donde Mohammed VII arenga a sus tropas:

Moriscos los mis moriscos
los que ganais mi soldada,
derribádemes Baeza,
esa villa torreada.
Y a los viejos y a los niños
los traed en cabalgada.
Y a los mozos y varones
los meted todos a espada.
Y a ese viejo Pero Díaz
prendédmelo por la barba,
y aquesa linda Leonor
será mi enamorada.
Id vos, capitán Venegas
porque venga más honrada
que si vos sois mandadero

será cierta la jornada.

Este capitán Vanegas, es el tornadizo Abu-l- Qasim Bannigas, que por aquel entonces comenzaba a cosechar laureles de triunfo. El pueblo fue reducido a cenizas, los defensores masacrados y sesenta mujeres y niñas, entre ellas dos hijas del comendador de Santiago Don Sancho Jiménez, conducidas como esclavas a Granada.

La plaza principal de Baeza con
la puerta de la ciudad al fondo

Este ataque a Baeza motivó otro romance fronterizo, acaso el más antiguo del género del que sólo se ha conservado el fragmento inicial que nos ofrece Pérez de Hita, el cual le agregó otros versos que nada tienen que ver con el primitivo romance:

“Ridwan bien se te acuerda
que me diste la palabra
que me darías Jaén
en una noche lograda.
Ridwan si tú lo cumples
dársete paga doblada;
y si tú no lo cumplieras,
desterrarte he de Granada.
Echarte he en una frontera
do no goces de tu dama.
Ridwan le respondía,
sin demudarse la cara:
Si lo dije, no me acuerdo, más cumpliré mi palabra.
Ridwan pide mil hombres,
el rey cinco mil le daba (…)”

Según los cronistas castellanos, el jefe de la tropa nazarí, el alcaide Ridwan cayó ante los muros de la ciudad atacada. Este alcaide sería Mohammed ibn Ridwan, hijo del célebre Ridwan, primer ministro de los reyes Mohammed IV, Yusuf I y Mohammed V. En efecto, Mohammed Ibn Ridwan desempeñó un visirato con Mohammed VII, tras el asesinato de Ibn Zamrak probablemente.

Las campañas de Mohammed VII en 1407 le causaron la pérdida de una importante plaza fronteriza pues Castilla, en respuesta a esta tropelía, se pone como objetivo conquistar una difícil plaza, Zahara de la Sierra, a veinte kilómetros de Ronda. La fortaleza fue entregada por sus habitantes al infante don Fernando, tutor entonces del futuro Juan II.

Ahora el turno de respuesta pertenecía a Mohammed, quien marchó con un ejército de seis mil caballeros y ochenta mil peones a conquistar Jaén. Pero los cristianos, acostumbrados a la batalla, acudieron para socorrer la ciudad, por lo que la embestida de ambos ejércitos fue tremenda. Finalmente, Mohammed comprendió que el asalto era imposible y alzó el cerco y decidió asaltar Alcaudete, defendida por Martín Alonso de Montemayor. La plaza se resisitió y Mohammed se vió obligado a regresar a Granada derrotado, decidiendo hacer las paces con los castellanos en el mes de marzo de 1408.

Los fracasos militares por una parte, el rigor con que trataba a sus súbditos, por otra y, finalmente, la velocidad de los granadinos de entonces, crearon un ambiente hostil al monarca nazarí. Hubo amago de conspiración para derrocarlo y entronizar al legítimo heredero, el príncipe Yusuf que continuaba encarcelado en Salobreña.

A la edad de treinta y dos años, Mohammed VII se sentía morir lentamente. Su fallecimiento llegaría entre el 11 y 13 de mayo de 1408. Era joven, por lo que corrió el rumor de que su muerte se debió a un sayo envenenado enviado por los castellanos, pero lo más probable es que fuera una víctima más de la epidemia de peste que sacudió Granada en 1408.

Vista del castillo de Salobreña y de los cultivos que actualmente


Pero en su agonía daría una última orden al arraez Ahmed ben-Farag de cumplimiento inmediato: partir hacia  Salobreña (Salawbaniya) y matar a su hermano Yusuf. De ese modo conseguiría que su hijo accediera al trono sin ninguna duda. Para ello escribió una carta dirigida al alcaide de Salobreña (Salawbaniya):

Alcaide de Salawbaniya, mi servidor. Luego que de manos de mi arraez Ahmed ben-Farag recibirás esta carta, quitarás la vida a Sidi Yusuf, mi hermano y me enviarás su cabeza con el portador de la carta. Espero que no hagas falta a mi servicio.

Pero el día antes de que el verdugo la llevara a cabo, sobrevino la muerte del usurpador. Ahmed ben-Farag, jefe de la guardia palatina que era muy adicto al príncipe Yusuf, se dirigió a marchas forzadas a Salobreña, con parte de su tropa, y requirió del alcaide del presidio la inmediata liberación del preso, a quienes los granadinos aguardaban anhelosos para proclamarlo su rey.

A este suceso se refiere el cuento de la jugada de ajedrez, que también ha sido adjudicado a otros hechos históricos. Según dicho cuento, al llegar el arraez, encontró que Yusuf se encontraba jugando al ajedrez con el alcaide ya que entre ambos había surgido la amistad. El hermano del rey sabía que en cualquier momento su muerte podría llegar como sucedió. Con serenidad pidió despedirse de su familia pero el arraez se lo negó; sabía que de no cumplir la orden sería su cabeza la que correría peligro. Pero no le negó la petición de finalizar la partida de ajedrez interrumpida. Con el jaque al rey se terminaría su tiempo. Pero antes la providencia hizo que dos mensajeros llegaran para anunciar que el rey Mohammed VII había muerto y que el pueblo de Granada aclamaban a Yusuf como su sucesor 

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